Es joven, es decidida y es implacable. Y, sobre todo, ofrece una marca personal coherente, profundamente coherente. No es de extrañar que su nombre sea hoy sinónimo de activismo a ultranza. Porque, si hay alguien que ha logrado acaparar la atención del mundo por su compromiso para reducir el impacto del hombre en el medio ambiente es Greta Thunberg.

Con tan solo 16 años, esta joven sueca se ha plantado frente a cuantiosas audiencias para dar a conocer sus inquietudes con respecto al estado de emergencia climática que transita nuestro planeta. Y “dar a conocer sus inquietudes” es un decir, porque la adolescente hace mucho más que eso. Insta a todo el mundo a hacer algo sobre esta problemática y, sobre todo, a actuar de manera urgente, porque tiene en claro que, en lo que respecta a mejorar el estado del planeta, ya estamos llegando tarde.

Una chica diferente y radical

La pionera del movimiento “Viernes por el Futuro” (#FridaysforFuture) tiene un perfil muy particular. En su cuenta de Instagram informa a sus seguidores de que padece el síndrome de Asperger, un trastorno del desarrollo que se incluye dentro del espectro autista. Para ella, esta condición la hace diferente, y ser diferente es “un regalo”. Considera que el Asperger la obliga a pensar fuera del marco tradicional y que, gracias a ello, se ha involucrado tanto en los problemas climáticos.

Pero Greta también destaca porque su marca personal es pura coherencia. Para la joven no hay grises, en una entrevista para la BBC que puedes ver aquí, explica que, a diferencia de muchas personas, no puede salirse de las reglas de la sostenibilidad. Después de todo, no se puede ser “poco sostenible”: o eres sostenible, o no lo eres.

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En los mayores foros mundiales

Greta ha llevado sus encendidos y emotivos discursos a numerosos espacios públicos, desde el Foro Económico Mundial y el Comité Económico y social Europeo hasta la asamblea francesa y la reciente Cumbre sobre la Acción Climática de la ONU. Precisamente para asistir a esta última reunión, la joven sueca viajó a Nueva York convirtiendo su viaje en un medio más para comunicar su activismo. Y es que la opción más lógica para realizar este tipo de viaje sería la vía aérea, pero la joven, consciente de las emisiones contaminantes de los aviones, optó por una opción más alineada con sus ideales y cambio los pies de altura por millas náuticas.

El pasado 14 de agosto, Greta zarpó desde el puerto de Plymouth, Inglaterra, a bordo del Malizia II, un velero de competición que puso a disposición Pierre Casiraghi, el hijo de la princesa Carolina de Mónaco. Durante las dos semanas de viaje, Greta estuvo acompañada por su padre, un cámara de televisión y el skipper Boris Herrmann, el primer alemán en competir en la Vendeé Globe.

En la ciudad, Greta utiliza solo medios de transporte públicos para trasladarse de un lugar a otro. Una decisión que puede sorprender a muchos, pero que, visto desde el punto de vista de la coherencia, no podría ser de otra manera. Por pura coherencia.

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